Diario de cooperación (I)

Dijo Nietzsche que aquella persona que tenga un porqué, será capaz de encontrar un cómo. Yo lo tengo claro, después de años trabajando en multinacionales me he dado cuenta que quiero poner al servicio de los más necesitamos mis conocimientos, mis capacidades pero, sobre todo, mi visión de un mundo más justo, donde todo niño pueda disfrutar de su infancia.

Nacho Puig Aubeyzon – Cofundador de la ONG Bahadur Social Project

DIARIO DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL [I]:

Ayudar, a diferencia de lo que comúnmente se puede pensar, no es fácil, nada de eso. Cooperar requiere, más que nunca, de investigación, planificación, trabajo duro, implicación y seguimiento. Porque otros trabajos únicamente nos comprometen a nosotros mismos, pero cooperar tiene repercusiones que van más allá. Por eso, si queremos reducir el impacto de nuestros errores y amplificar el de nuestros aciertos, debemos ser más cautelosos que nunca a la hora de ofrecer esa ayuda que, desde fuera, parece tan incuestionable y fácil de proporcionar.

En nuestra primera entrada a la sección, hablaremos de la construcción interna de un cooperante. Un espacio donde compartiremos  el aprendizaje adquirido a lo largo del ciclo de vida de este proyecto. Así como las experiencias y vicisitudes que cualquiera puede encontrarse en una empresa como esta.

El motivo noble

Antes de atacar el término de cooperación, me gustaría hacer una distinción acerca de los diferentes enfoques del término “ayudar”. ¿Por qué ayudamos? ¿Qué es ayudar? ¿Cómo ayudamos? Son cuestiones básicas que toda persona debe plantearse antes de adentrarse en este terreno.

Y, ¿por qué digo esto? Porque el concepto ayudar debe tener un motivo noble y no el de sanar un vacío o herida. Es importante tener claro este concepto, porque es el que marcará el foco y la dirección de nuestros planes, así como la persistencia de nuestros intentos. Porque no, en este campo difícilmente salen las cosas a la primera ni abundan los resultados inmediatos, por lo que para ayudar debe existir un motivo superior.

Y cuando me refiero a que el motivo de la ayuda ha de ser noble, no quiero decir que debamos tener un doctorado en Harvard, o que solo unos pocos puedan formar parte de este selecto grupo. ¡Nada más lejos! Sino que debemos estar concienciados que ayudar va a requerir cierto esfuerzo y compromiso, hacia nosotros mismos y con la causa, cualquiera que sea.

Uno de los conceptos más importantes a la hora de cooperar, bajo mi punto de vista, son los medios que utilizamos. Es decir, cuál es el motor que dirige nuestros actos. Porque, a diferencia de lo que podemos pensar, y todos hemos caído en esa trampa en alguna ocasión, no solo necesitamos corazón —que es algo que damos por hecho—, sino que es indispensable hacer uso de la cabeza también. Razonar sobre el impacto y la implicación de nuestros actos.

Paradójicamente, en el mundo de la ayuda humanitaria, en la mayoría de casos es más importante actuar con cabeza que con corazón. Esto es, aprender a marcar una línea roja, porque, de no ser así, cometemos el riesgo de solucionar un problema en el presente, pero ocasionar otro, mucho mayor, en el futuro.

No imponer sino proponer

A la hora de cooperar, debemos ser humildes también para saber que no tenemos en nuestras manos una solución universal, y de tenerla, lo último que debemos hacer es forzar a nadie a acatarla. Porque, por muy evidente que en ocasiones pueda parecer, una de las normas esenciales consiste en no imponer sino proponer, y acompañar a aquellos individuos para, juntos, trabajar en dar ese pequeño paso que sí tendrá un impacto relevante.

De igual modo, otra de las preguntas que debemos hacernos antes de mover un solo dedo es, ¿realmente puedo ofrecer una mejora? ¿De verdad mi ayuda es necesaria?

Esto nos lleva a un factor cultural, porque antes de nada, debo comprender la manera de pensar o los motivos que impulsan a los demás a actuar como lo hacen. El hecho de que en mi país las cosas se hagan de otra manera, no quiere decir que sea mejor, o que se pueda aplicar en otra zona. Es posible que la realidad sea diferente y por eso nuestros planes no se ajusten a las verdaderas necesidades o voluntad de otros.