Cuando la mayoría de los países occidentales están ya en la las últimas fases del desconfinamiento, hay otros como Nepal donde aún no han llegado al pico de la curva de infectados por la COVID-19, pero que ya están notando los efectos devastadores de la pandemia a nivel económico y humanitario. Lamentablemente, esta situación no es nada nueva para el país.
Los terremotos que azotaron Nepal en 2015 generaron una crisis tan grave que llevó al gobierno nepalí a declarar el estado de emergencia. En aquel entonces Nepal recibió, en menos de 24 horas, el apoyo de las comunidades internacionales, que destinaron millones de dólares a los programas de reconstrucción. El gobierno nepalí coordinó la situación de emergencia conjuntamente con diferentes actores y organismos nacionales e internacionales, no solo centrándose en recuperar las infraestructuras, sino que fue un proceso multidimensional que contribuyó a la resiliencia del país.
Una de las organizaciones que más peso tuvo en los programas de reconstrucción en Nepal fue Housing Recovery and Reconstruction Platform (HRRP). Fundada en 2015, esta plataforma facilitó la coordinación de dichos programas a través de la investigación y presentación de informes, a la vez que enlazando y facilitando la interacción entre los actores de reconstrucción[1], y planificando y coordinando las actividades de campo.
En la situación actual, y justo después que se confirmaran los primeros casos por la COVID-19 en Nepal, HRRP llevó a cabo una rápida pero intensiva evaluación de las necesidades y brechas a nivel municipal. Este análisis indicó que, dentro de los grupos más vulnerables durante el estado de alarma del país, liderados por ancianos, personas con diversidad funcional y empleados a tiempo parcial, encontramos a las comunidades marginadas, como los Chepang y los Dalits.
En comparación con el desastre natural de 2015, la COVID-19 es una pandemia mundial que ha generado una crisis en la sanidad pública en todo el mundo. En este sentido el gobierno de Nepal está haciendo todo lo posible para hacer frente a la situación, preparando y planificando una respuesta eficiente y efectiva, a pesar de tener sistemas e infraestructuras de salud muy precarias y débiles. Además, y a diferencia de lo que sucedió después de los terremotos del 2015, el país debe afrontar la coordinación de todos los programas de manera autónoma, con el único apoyo de las autoridades locales, recién formadas y con poco conocimiento en la gestión de estas situaciones de emergencia.
La crisis generada por la COVID-19 es el mayor desafío para el gobierno de Nepal, no sólo a la hora de proporcionar los servicios sanitarios, sino también para hacer frente al déficit de alimentos y otros bienes y servicios básicos que un estado del bienestar moderno debe ofrecer.
Es por esto que no podemos olvidar los países donde la pandemia no está siendo tan severa a nivel de fallecidos (aún), pero sí en consecuencias humanitarias. Si además tenemos en cuenta que el futuro del país está en manos de niñas y niños obligados a trabajar debido a que la educación tiene aún una posición muy secular en las zonas rurales del país, la situación post pandemia puede ser mucho peor que la actual, con unos efectos devastadores.
Cierto es que los gobiernos locales deben
hacer más para controlar y erradicar el virus, pero es responsabilidad de todos
nosotros crear vínculos de solidaridad con países como Nepal, para que
realmente puedan dar un paso adelante en su desarrollo como país y como
sociedad.
[1] Desde el 2015 trabajan conjuntamente con Association of International NGOs (AIN) de Nepal, y United Nations Resident Coordinator Office (UNRCO), entre otros organismos internacionales y nacionales.
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